Duelo patológico

¿Cuántas veces te has enfrentado a una situación en la cuál sentimos que perdimos algo muy valioso? ¿Has perdido a un ser querido? ¿Te han despedido del trabajo? ¿Recibiste un diagnóstico médico de una enfermedad que consideras muy grave?

Todas estas situaciones de vida, son consideradas como de "duelo". ¿Por qué? Porque representan una pérdida para la persona que las vive.
No solamente el perder un ser querido nos hace pasar por un proceso de duelo. También la enfermedad física (por ejemplo la Diabetes, que implica hacer cambios en la vida que pueden vivirse como una pérdida), una ruptura amorosa, la muerte de una mascota, un despido laboral, entre otras.
Es normal que justo después de vernos enfrentados a una situación de pérdida, nos sintamos: tristes, angustiados, con mucha culpa. Generalmente no podemos creer que esto nos esté pasando a nosotros, estamos confundidos y preocupados.
Físicamente, sentimos el estómago vacío, la boca seca, una "opresión en el pecho" (esta sensación es muy común), palpitaciones y una falta de energía tremenda.
Pero, ¿qué hacer con todo esto? ¿Pasará solo? o ¿es necesario buscar ayuda?
Todo depende del tiempo que pase.
Normalmente, un duelo dura de 4 a 6 meses, y se caracteriza por tener las siguientes etapas:
Negación: Es un estado en el cual no podemos creer que determinada situación haya sucedido. Por más que lo pensamos y le damos vuelta, no podemos creerlo. Inicialmente la negación aparece para "protegernos" de una noticia que es muy impactante para nosotros. Sin embargo, este efecto, por decirlo así de "anestesia" no debería durar más de unos días.
Ira: Después que comenzamos a aceptar qué, en efecto sucedió algo comenzamos a molestarnos. Inician las preguntas, ¿por qué a mi? ¿por qué a el o ella? ¿Por qué a la gente mala no le pasan cosas así y a mi sí? Es muy frecuente sentir envidia de todos aquellos que no la están pasando tan mal como uno.
Pacto: Después de estarla pasando muy mal, llegamos a esta etapa en la cual hacemos "arreglos". ¿A qué me refiero cuando digo arreglos? A pactos con Dios, con la vida, con la persona fallecida, en fin, tratamos de enfrentarnos a la situación de pérdida con la ayuda de alguien más o de algún poder superior.
Depresión: Justo en esta etapa, la negación ya no es tan evidente. Y comenzamos a darnos cuenta de que realmente perdimos algo y tenemos que seguir viviendo. E inicia la tristeza, no se tienen ganas de hacer nada, solo queremos dormir, comemos mucho o no comemos nada. Es una etapa difícil, pero si se nos permite expresar lo que sentimos, es más fácil que pasemos a la siguiente etapa.
Aceptación: Comenzamos a vivir de manera más o menos normal. Ya no estamos tan enojados ni tan tristes. Sin embargo no quiere decir que ya estemos bien. En esta etapa, si bien sentimos cierta paz, aún estamos lidiando con la pérdida que enfrentamos. Ya no sentimos tanta necesidad de hablar de lo sucedido y comenzamos a aceptar lo sucedido.

Si tú o alguien que tu conoces se enfrenta a una situación en la que se ve envuelta una pérdida, es normal que pase por todas las etapas que ya describimos anteriormente. Sin embargo, si pasan más de 6 meses y continúa "atorado" en alguna de ellas, ya estaríamos hablando de un "duelo patológico".

Un duelo patológico se caracteriza porque la persona que lo vive aún no puede aceptar la situación de perdida.
Le cuesta mucho trabajo trabajar o estudiar.
Generalmente se encuentra aislado de los demás o en lugares que le recuerden a la persona o a la situación de pérdida.
No importa que haya pasado ya mucho tiempo después de la pérdida, cuando habla o se acuerda de ella la reacción emocional es muy intensa.

No solamente hay una modalidad de duelo patológico, hay varias. Por ejemplo:
- Ausente o retardado: Generalmente la negación dura mucho tiempo, y la persona continúa creyendo que la pérdida no existió. Sin embargo, no está bien, porque es frecuente que se manifieste mucha ansiedad.
- Duelo inhibido: Es como estar "anestesiado". Es como si la persona no sintiera nada acerca de la pérdida. Lo que pasa aquí es que, al verse enfrentado a una situación tan dolorosa, se bloquea totalmente cualquier emoción. Es una manera de defenderse.
- No resuelto: El más común de todos. Es como si la persona se quedara fijada en la pérdida. Aún cuando ya no hay tanta tristeza, continúa molesto por lo que perdió, continúa preguntándose por qué. La persona no ha podido regresar a sus actividades habituales.
- Prolongado: Un duelo que dura más de un año.

Ahora llegamos al punto en que nos planteamos: ¿Qué hago para ayudar a alguien que está viviendo un duelo? ¿Qué digo? ¿O no digo nada?

Inicialmente, no siempre se puede ayudar a alguien, sin embargo lo que sí podemos hacer es ACOMPAÑARLA.
No sabemos realmente lo que está pasando, así que, sí tenemos dudas acerca de qué decirle (sucede frecuentemente en los velorios, no sabemos si decir "lo siento", "Se lo que sientes" o qué) podemos sólo decir: "Estoy aquí para acompañarte y escuchar lo que quieras decir".
Esto es muy importante, ya que es indispensable que la persona que está pasando por un proceso de duelo, tenga la oportunidad de expresar libremente cualquier cosa que esté sintiendo, ya que de esto depende que pueda llegar a la etapa de aceptación.
Hay que permitirle dar rienda suelta al dolor que esta viviendo. Y esta tarea es muy difícil, porque generalmente lo que una persona en duelo escucha es: "Tienes que ser fuerte", "No dejes que el dolor te gane", "Échale ganas".
La expresión emocional es muy importante, ya que no solamente se siente tristeza, generalmente también hay ira, hay culpa y sentimientos inmensos de vacío.

La persona que vive un duelo, tiene que adaptarse a nuevos roles después de la pérdida. Ayudémosle a que lo haga. A que se adapte a una nueva vida después de la pérdida, a que desarrolle roles que no tenía antes así como nuevas habilidades.

Acompañarla a encontrar un lugar dónde "lo perdido" esté siempre cerca, pero que le permita seguir viviendo de una manera eficaz.

Continuar viviendo es la tarea más importante de alguien que pierde algo. Y gran parte de superar un proceso de este tipo, depende de que tan acompañado se sienta uno en situaciones de este tipo.
Acompañemos a quien pierde algo. Escuchemos lo que tenga que decir. Seamos paño de lágrimas. Y así realmente estaremos ayudándolo.

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Ciclo de pláticas sobre salud mental.

Con mucho agrado les escribo acerca de este proyecto que he comenzado con dos excelentes profesionales y grandes amigas.
Este Ciclo de pláticas acerca de salud mental, no tiene otro objetivo más que el de proporcionar información veraz, médica, psicológica y científicamente sustentada en un lenguaje sencillo para todas aquellas personas que estén interesadas. Así como desmitificar la enfermedad mental.
Actualmente hay un "boom" por decirlo así, de "información" acerca de Salud Mental. Toda esta información llega a nosotros a través de la televisión o de internet. 
Sin embargo, la gran mayoría de las veces, esta información es proporcionada de manera irresponsable, ocasionando no solamente mayor ignorancia en cuanto a la enfermedad mental se refiere, sino también fomenta una percepción errónea de este tipo de padecimientos.


Todos son bienvenidos, acérquense y entre todos generemos un mayor conocimiento acerca de la enfermedad mental y sus efectos en el individuo y su familia.


Consulten las fechas y actividades en nuestro blog:
http://saludmentalparatodos2010.blogspot.com/


Un saludo.


Monse Sánchez

Terapia Familiar Sistémica y Anorexia: Familia Psicosomáticas.


Por Lic. Monserrat Sánchez Díaz
Artículo Publicado en "Enlace del Psicólogo". Boletín Bimestral del Colegio de Psicólogos Clínicos y de Enlace de Jalisco. No. 10 Año 2 Octubre 2008.

Uno de los mayores retos de la psicología, es adaptarse a los cambios que constantemente se están generando en nuestra sociedad. Y una de las empresas más desafiantes a las que no enfrentamos como psicólogos clínicos, es la del diagnóstico y tratamiento de la anorexia nerviosa.

     En México, según la Secretaría de Salud en los últimos 10 años, ha habido más de 1 millón de casos en México, de los cuales, sólo un 40% de las personas lograron recuperarse totalmente.

     Del 1% al 3% fallecen por desnutrición, fallo cardíaco o suicidio. Las restantes convierten su anorexia en un padecimiento crónico al no conseguir una curación total.

    Infinidad de explicaciones hemos buscado para tratar de entender las causas de éste padecimiento, con el objetivo de poderlo abordar de una manera más integral y efectiva. Una de las maneras en que podemos hacerlo es desde la perspectiva de la familia.

     Virginia Satir, nos dice que el “síntoma de cualquier miembro de la familia en un momento determinado, se ve como expresión de un sistema familiar disfuncionante, al que se identifica como paciente, se le ve como distorsionado, negativista o con un proceso de maduración alterado.

     Al mismo tiempo, está mostrando la presencia de dolor, incomodidad o inquietud en sus figuras protectoras (que le han proporcionado, y continúan haciéndolo, alimento, soporte económico y dirigen sus actividades)”.

     Así pues, cada miembro de una familia está “inevitablemente ligado al sistema de su familia. Si el sistema es abierto, puede serle útil para su desarrollo. Sigue moviéndose dentro y fuera de su sistema familiar, según va madurando”. (Satir, V. 1974)

     Tomando en cuenta que la dinámica de una familia como un sistema, influye directamente en la presentación de un síntoma por parte de uno de los miembros, era de esperarse que iniciaran las investigaciones sistémicas que tomaban en cuenta variables familiares en la anorexia nerviosa.

     Salvador Minuchin en 1978, sugiere que, existen patrones familiares específicos o disfunciones que contribuyen al desarrollo, mantenimiento o perpetuación del trastorno.

Basándose en observaciones clínicas de sus pacientes, estas ideas convergieron en una descripción de la “familia anoréxica” la cual tiene por características:
1.       Fusión.
2.       Rígida.
3.       Autosacrificada.
4.       Alto grado de lealtad grupal.
Apoyado en estas características, Minuchin desarrolló un modelo estructural familiar (la familia psicosomática) donde identificaba cinco características predominantes, sobretodo interaccionales; que mantienen a la anorexia.
La primera de ellas es el aglutinamiento (o relación fusional), que es una forma muy intensa de proximidad e intensidad en lo que se refiere a las relaciones entre los miembros de la familia. Raramente en un tipo de familia psicosomática, los miembros reconocen los límites (tanto físicos como emocionales) de los demás miembros. Y toda amenaza de separación real o fantaseada se vive con intensas angustian de pérdida.

La sobreprotección, que se expresa con un alto grado de preocupación por parte de la familia, hacia cada uno de sus miembros.
Rigidez, caracterizada por una necesidad imperiosa de la familia por mantener su status quo, lo cual la lleva a evitar por todos los medios el conflicto. Como consecuencia, se presenta un “aumento en la intensidad, peligrosidad y mantenimiento de la sintomatología, además de incrementar la falta de conciencia acerca del problema, ya que tanto la joven anoréxica como los padres actúan como si no pasara nada” (González, Hidalgo, Hurtado, Nova y Venegas, 2002).
Rausch y Bay (1997) nos dicen que una familia evitativa no negocia explícitamente sus diferencias por lo que quedan sin solución, negando la existencia de problemas y generando una apariencia de “familia ideal”.
Por último generalmente existe un involucramiento de los hijos (especialmente de la hija) en los conflictos parentales, lo cual genera una triangulación.
Entre otras características de la familia psicosomática, está la de la restricción del contacto con el mundo exterior, como dentro del medio familiar. Ya en 1966, Jackson y Yalom, les nombraron familias restringidas, en las cuales todas las formas de comunicación están reducidas drásticamente en lo cualitativo y en lo cuantitativo. 
En dichas familias, se impide que cada uno de sus miembros resuelva sus propios conflictos. A esto Minuchin le llamó “homeostasis rígida” (Minuchin, Baker, Rosean, Liebman, Milman y Todd, 1975).
Se considera que éste tipo de familias, “funcionan de forma óptima cuando alguno de sus miembros está enfermo, ya que las relaciones de lealtad y afecto se asemejan a las de la ‘familia ideal” (Díaz Curiel, J. 2000). De hecho, el miembro portador del síntoma, juega un papel importante en la evitación de los conflictos familiares, lo que a la larga puede ocasionar que se refuercen sus síntomas.
¿Cómo intervenir en una dinámica familiar de éste tipo? ¿Cuáles son los objetivos que como psicólogos deberíamos plantearnos?
Dentro de nuestra práctica nos podemos encontrar con un sin fin de situaciones diferentes, al tratar de intervenir y re-estructurar una dinámica familiar disfuncional. En el caso de las familias psicosomáticas, su interés por siempre agradar puede convertirse en un obstáculo.
Minuchin (1985) describe que, dicha familia, siempre está ansiosa por responder, lo cual puede ocasionar en el terapeuta un sentimiento ambiguo, ya que por una parte parecen cooperar muy bien en la terapia, pero por otra, generan un sentimiento de decepción por las resistencias y la familiaridad con que envuelven y absorben, por lo que el terapeuta debe buscar como objetivos de terapia:
• Que cada miembro de la familia sea capaz de informar congruentemente de una manera total y obvia acerca de lo que ve y oye, siente y piensa, acerca de él mismo y de los otros, en presencia de los otros.
• Cada persona será entrevistada en términos de su individualidad, de forma que las decisiones se tomen en términos de exploración y negociación, más que en términos de poder.
• Las diferencias deben ser tratadas libremente y usarse provechosamente orientándolas hacia la madurez.
En estos tiempos en que los trastornos de la alimentación, y en particular la anorexia se están convirtiendo en problemas de salud pública, el abordaje familiar de este trastorno, nos ofrece un amplio campo de acción. Es necesario que los psicólogos, como profesionales de la salud, tomemos parte activa en este desafío.

Bibliografía:
• Cruzat, C., Ramírez, P., Melipillán, R., Marzolo, P. (2008) “Trastornos alimentarios y funcionamiento Familiar en una muestra de estudiantes secundarias de la comuna de Concepción, Chile” Psykhe vol. 17 No. 1. Santiago.
• Díaz Curiel, J. (2000) “El modelo de funcionamiento familiar psicosomático: estudio en familias de niños con artritis reumatoide juvenil”, Psiquis 21, (6): 293-300.
• González, L., Hidalgo, M., Hurtado, M., Nova, C., Venegas, M. (2002) “Relación entre factores individuales y familiares de riesgo para desórdenes alimenticios en alumnos de enseñanza media”. Revista de Psicología de la Universidad de Chile. 11, 91-115.
• Jackson, D., Yalom, I. Family Research on the problem of ulcerative colitis. Arch. Gen. Psych. 1966; 15:410-418.
•Minuchin, S. (1985)”Técnicas de terapia familiar” Barcelona. Paidós.
• Minuchin, S., Baker, L., Rosman,, B., Liebman, R., Milman, L., Todd, T. (1975) “A conceptual model of psychosomatic illness in children. Family organization and family therapy” Arch. Gen. Psychiatry. Vol. 32.
• Rausch, C., Bay, L. (1997) “Anorexia nerviosa y bulimia: amenazas a la autonomía” 1ª. Edición.  Buenos Aires. Paidós.
• Satir. V., “La familia como unidad de tratamiento” en http://www.plnet.com/chasq/a/14022

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Este es un espacio, dónde pretendo compartir mis experiencias en el área de la psicología clínica y de enlace así como generar nuevas inquietudes y proponer alternativas.

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Psicología Clínica y de Enlace.


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Zapopan, Jalisco, Mexico
Licenciada en Psicología por la Universidad Veracruzana. Especialidad en Psicología Clínica y de Enlace por Hospital San Juan de Dios Servicios de Salud, Zapopan. Trabajo Actualmente con niños y adultos, en consulta privada y hospitalización.

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